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miércoles, 5 de febrero de 2020
10 REGLAS A SEGUIR CUANDO SE REZA
miércoles, 5 de febrero de 2020
3 – Rezar también es Silencio
Aquellos que sólo hablan con palabras, preocupándose sólo por el número de oraciones que tienen para recitar, por lo que deben decir y cómo decir, hacen de la oración un deber, un momento de aburrimiento, imposición, monotonía. Aquellos que oran con el corazón y con el espíritu ni siquiera necesitan palabras. Su oración se hace a menudo de silencio, un silencio que excluye el estruendo del mundo, que deja fuera el clamor de la multitud, el ruido de los pensamientos, y proporciona acceso a un diálogo privado y secreto, un enfrentamiento precioso e invaluable con Dios, y solo con Él, que ni siquiera necesita palabras para ser consumido.
Orar no es descender por un camino corriendo, rodando como piedras, quizás conteniendo la respiración, hasta llegar a la línea de meta del “Amen”, como si uno tuviera que ganar un premio. A menudo, asistiendo a oraciones comunes, se sienten las personas orar así, ¡casi compitiendo para ver quién llega primero al final! Esta ansiedad de llegar, de sacudirse el deber de esas palabras pronunciadas demasiado rápido, no pertenece a la oración. La oración requiere una espera, requiere calma, paz, libertad. Para orar, debemos olvidar nuestro tiempo y adaptarnos al tiempo de Dios, por el cual mil años son un día. Sólo podemos vivir en Su espera, poniéndonos en condición de acogerlo cuando decide escucharnos, para llenar la distancia que nos separa de él, y que ciertamente no podemos llenar persiguiéndolo y gritando para obligarlo a escucharnos.
Rezar debería ser como caminar en un bosque silencioso, disfrutar el placer de cada paso, saboreando la belleza de lo que estamos experimentando, como si pudiéramos admirar el esplendor del follaje besado por el sol, escuchar el dulce canto de los pájaros escondidos en las frondas.
Una oración recitada es sólo sonido. Una oración sentida es luz, una luz que nos enriquece descendiendo en nosotros como una paz profunda.
Para orar en silencio primero debemos olvidar las palabras, pensamientos y fantasías. Toda nuestra concentración, toda nuestra voluntad debe ser dirigida a Dios.



