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miércoles, 10 de julio de 2019
EL SERVICIO QUE PUEDEN DAR A LA CATEQUESIS.
miércoles, 10 de julio de 2019
a) Enseñanza. La catequesis debe necesariamente recurrir de forma parcial a determinadas formas de enseñanza, sobre todo por motivos que atañen a la naturaleza de la propia Revelación y a la comunicación de la fe. Como iniciación a la fe también por el ejercicio de la razón, la catequesis requiere necesariamente una enseñanza, una exposición, una explicación de la fe, de tal manera que sea recibida y vivida en la Iglesia bajo la autoridad del magisterio que la interpreta y la autentifica. En un contexto sociocultural como el actual, esta modalidad de trabajo pedagógico podría salir al paso de la necesidad de informaciones claras y de explicaciones autorizadas sobre las afirmaciones de la fe y sobre los componentes de la vida cristiana. Por otra parte, la situación presente de secularización y de pluralismo es propicia al desarrollo de catequesis que recurran deliberadamente a una lógica de exposición, con el peligro de quedarse a medio camino en la finalidad que realmente pretende la Iglesia con la acción catequética.
Valorar convenientemente esta dimensión de enseñanza exige, sin embargo, encontrar las maneras adecuadas de proceder que puedan responder a las expectativas y los valores de las personas. Deben darse una serie de condiciones que hagan catequéticamente eficaz y culturalmente oportuna esta pedagogía magisterial. Ante todo, la catequesis debe distinguir entre la lógica de la exposición y la lógica de la imposición, haciendo honor a la inteligencia del auditorio y a su capacidad de juicio, promoviendo al mismo tiempo el ejercicio de la libertad religiosa en un contexto pluralista. Debe tener en cuenta la articulación entre las diferentes afirmaciones fundamentales de la fe, así como entre los diferentes componentes de la vida cristiana. Debe anunciar no solamente los conocimientos bien estructurados, sino la manera como estos saberes se construyen, se justifican y pueden ser personalizados, y a qué consecuencias para la acción deben conducir y a través de qué métodos.
b) Animación. El modelo basado en la animación puede incluso justificarse teológicamente apelando a la igualdad de las personas en dignidad, a la riqueza de las experiencias de vida, e incluso a la presencia del Espíritu Santo actuante en cada persona. El trabajo catequético de animación consiste en llegar a expresar todo aquello que ya está virtualmente presente en la experiencia de vida y en la experiencia de fe de los catequizandos, como individuos y como grupo. Esto no suprime la dimensión de alteridad de la Revelación. Se considera que el encuentro de la Revelación, la escucha de la Palabra y la presencia del Espíritu están ya incluidos en la experiencia; son una dimensión constitutiva de la experiencia que precisamente busca expresarse. Se parte de la base de que existe ya un cúmulo de adquisiciones recibidas por gracia. En este proceso, el catequista-animador, siempre al servicio de la expresión y del trabajo de las personas y los grupos, puede intervenir en el terreno del contenido, no como el maestro que autorizadamente dicta el saber, sino en cuanto facilitador del proceso y también en cuanto testigo. Es aquel que ayuda a un grupo de creyentes a discernir poco a poco la Palabra contenida germinalmente en la existencia de cada uno.
Quien se dedica a la tarea de la catequización no debe olvidar que, para la gran mayoría de los jóvenes, la promoción de la libertad de expresión y la práctica de procesos de intercambio son en nuestro tiempo imperativo categóricos. Por lo tanto, la animación en la catequesis es una forma de trabajo culturalmente indiscutible, aunque no sea la única. Pero al mismo tiempo muestran las encuestas que el estilo de animación, incluso allí donde es deseado, engendra a menudo insatisfacción y frustración en un segundo momento. Muchos grupos de catequesis, a la larga, acusan cansancio por el hecho de centrarse exclusivamente sobre la expresión y el compartir cuestiones y experiencias inmediatas. En el cambio cultural actual, caracterizado por un desgaste evidente del cristianismo, la pedagogía de la animación, contra sus propias intenciones, corre el riesgo de recurrir incansablemente a las expresiones disponibles de la fe, es decir, a aquellas que precisamente están amenazadas culturalmente por dicho desgaste.
c) Aprendizaje. La lógica del aprendizaje puede presentarse particularmente oportuna para la catequesis, ya que favorece un encuentro riguroso con los datos de la tradición, al mismo tiempo que estimula su adecuada fructificación en el sujeto que la recibe. Hace posible una articulación dinámica entre algo dado (traditio) y algo recibido (reditio), entre la iniciativa de la palabra de Dios y la respuesta del pueblo de Dios, en cuyo contexto esta se actualiza, entre el don de la Revelación y su apropiación activa por parte del sujeto que lo recibe con vistas a ser transformado y hacerlo fructificar en su propia palabra, en su obrar, en sus proyectos, bajo el impulso del Espíritu. «La participación activa de los catequizandos en su proceso formativo está en plena conformidad, no sólo con la comunicación humana verdadera, sino especialmente con la economía de la revelación y la salvación» (DGC 157).
Culturalmente, la lógica del aprendizaje en el campo de la catequesis Permite respetar el derecho de las personas que son «alérgicas» a los discursos ya confeccionados y desean verificar sus fundamentos para avanzar hacia convicciones personales. Por otra parte, en un tiempo de cambio cultural en el cual parece que las antiguas representaciones religiosas sean inadecuadas, es decisivo para el futuro de la fe favorecer procesos de aprendizaje, en los cuales los sujetos pongan a trabajar sus representaciones religiosas ya superadas, confrontándolas de nuevo, con rigor y método, con los datos de la tradición cristiana.
d) Su empleo interactivo. No hay que olvidar que, en la práctica, estos tres modelos no se emplean solos, sino en combinación e interacción. Pero parece razonable que en la acción catequética domine el modelo de aprendizaje, conservando en su interior un lugar para la enseñanza y la animación. La reflexión sobre la continuidad del proceso educativo desarrollada en estos últimos años ha hecho emerger el significado primario del aprendizaje respecto de la enseñanza, y la valencia del sujeto o referente de la educación más que la del objeto o destinatario de la acción educativa. No se trata de una simple corrección terminológica, sino de una auténtica inversión de marcha.
La catequesis, como pedagogía de la fe, es un proceso educativo que tiende a desarrollar la comprensión del misterio de Cristo a la luz de la Palabra, para que el hombre entero quede impregnado. La catequesis «quiere conducir a los cristianos a la unidad en la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios y a formar al hombre perfecto, maduro, que realice la plenitud de Cristo (Ef 4,13); también quiere que estén dispuestos a dar razón de su esperanza a todos los que les pidan una explicación» (CT 25). La centralidad del hombre como sujeto de la catequesis conduce a un determinado enfoque acerca de los modelos de esta pedagogía de la fe.



