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miércoles, 22 de abril de 2020
QUÉ ES EL PERDÓN | SABES PERDONAR?
miércoles, 22 de abril de 2020
1º El abandono del resentimiento que tenemos hacia quien nos ha ofendido o herido injustamente.
2º La renuncia a la revancha a la que, siendo objetiva la injusticia de la herida, tenemos derecho según la justicia humana.
3º El esfuerzo en responder con benevolencia al agresor, es decir, con compasión, generosidad y amor.
4°El perdón es un acto de misericordia que nos regala Dios para toda nuestra vida y existencia.
5° El perdón es gratuito, no ligado al pedido del otro y tampoco a su arrepentimiento.
6° El perdón es un gesto de humildad que no humilla.
Quien perdona no se detiene a esperar al otro o a escrutar los signos de arrepentimiento; está dispuesto a dar el primer paso y en todo caso, no pone condiciones a quien le ha ofendido ni espera eterno reconocimiento. El perdón es tan discreto y silencioso que el perdonado podría incluso haberlo dado por descontado o no saber cuánto ha costado.
El verdadero perdón también es sincero, expresa una voluntad real de acogida y comunión, un deseo eficaz de pasar por encima de lo que ha sucedido para reconstruir la relación sobre bases nuevas. El perdón es un estilo de vida humilde y sencilla, es un modo de ponerse frente al otro y a su debilidad. La persona misericordiosa no puede olvidar que ella también ha caído tantas veces sin sufrir condena pues quien perdona no reprocha al otro el pasado; quizás es posible que olvide, mientras que reconoce en el presente su necesidad de un tú. O, por lo menos, es tan realista que prefiere humillarse y no hacerlo pagar, antes que aislarse y privarse del bien de la relación, para así poder construir un futuro nuevo.
Juan Pablo II (2001), enuncia que el perdón es una de las formas más nobles del ejercicio de la caridad, y siguiendo con Philippe (2011) si no entendemos la importancia del perdón y no lo integramos a nuestra convivencia con los demás, nunca alcanzaremos la libertad interior, la felicidad y la reconciliación, y permaneceremos entonces prisioneros de nuestros rencores. Cuando nos negamos a perdonar algo de lo que hemos sido víctimas, no hacemos más que añadir mal sobre el mal; no seamos pues cómplices de la propagación del mal. En relación a esto último, entendemos que cuando perdonamos a alguien le hacemos un bien a esa persona (liberándola de una deuda), pero ante todo, como hemos dicho, nos hacemos un bien a nosotros, pues recobramos la libertad que el rencor y el resentimiento estuvieron a punto de hacernos perder.