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jueves, 16 de abril de 2020
EL RELATO DE LAS APARICIONES.
jueves, 16 de abril de 2020
En los cuatro evangelios encontramos seis
conjuntos literarios con relatos de apariciones:
Me 16,1 y Me 16,9-20 son dos unidades literarias distintas, pertenecientes a autores distintos. Mateo es una unidad; Lucas otra; y en Juan tenemos dos unidades distintas: Jn 20 y Jn 21.
Si a veces es difícil hacer concordar los relatos evangélicos, en el caso de las apariciones del Señor resucitado es absolutamente imposible. Si un juez imparcial trae a los testigos de la resurrección del Señor y les pregunta por detalles concretos, tales como ¿dónde se apareció?, ¿cuántos estabais?, ¿cómo fue?, etc., caería enseguida en la cuenta de que no concuerda absolutamente nada. Ese juez habría tenido a los primeros testigos por mentirosos. Todo ello tiene otra lectura inversa, que es la siguiente: si los evangelistas hubieran querido engañarnos, lo habrían hecho mejor. Si hubieran intentado
ofrecernos unos relatos fiables, habrían evitado las contradicciones, se habrían puesto de acuerdo. Incluso la Iglesia primitiva habría escogido unos relatos y habría evitado como espúreos los demás, para presentar un único testimonio
fiable.
¿Qué es lo que ocurre aquí? Los relatos de las apariciones son la forma que los primeros testigos de la resurrección del Señor tienen de contarnos su experiencia. Las apariciones del
Señor son encuentros con el Señor resucitado.
Para entendernos de alguna manera: son experiencias místicas. «Místico» no quiere decir «falso», no quiere decir «irreal» y no quiere decir «subjetivo». «Místico» quiere decir encuentro directo con Dios. Y encuentro directo con Dios como el que tiene lugar al encontrarse con el Señor resucitado no ha existido otro igual en la historia. Por tanto, ¿cómo cuenta Pedro o
cómo cuentan los apóstoles este encuentro directo con el Señor resucitado? Lo cuentan como pueden, porque a ellos les faltan las referencias de otros casos análogos y porque aquellos que
les oyen, si no han visto al Resucitado, tampoco pueden hacerse muy bien cargo de la experiencia de los testigos. Quien nunca ha sufrido una quemadura tiene muy difícil comprender la experiencia de quien se acaba de quemar. Para transmitir, pues, su experiencia los primeros testigos acuden a la narración de las apariciones.
Nosotros funcionamos en la dualidad objetivo/subjetivo: yo estoy aquí, veo esta mesa, este teclado que tengo ante mí, mi pluma; todos ellos son objetos que están fuera de mí. Esto no
ocurre cuando nos referimos a Dios. Dios no es ningún objeto que esté fuera de mí. Dicho de otra manera, Dios está tan fuera de mí como dentro de mí. Dios es alguien distinto de mí,
pero mi relación con Él no es la de la dualidad objeto/sujeto. Pertenece a la fe que el Señor resucitado está aquí presente, ahora. Entonces, una «visión» del Señor resucitado no es idéntica a la visión que yo tengo de una persona con la
que hablo.
CONTINUARÁ.....