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viernes, 21 de febrero de 2020
¿Porque tenemos papa?
viernes, 21 de febrero de 2020
Leìa una pregunta de una amiga "facebook" en la que muchos decían algo como Jesùs lo ordenò, Jesùs quería una Iglesia y cosas que iban desde la pregunta hasta cuestiones que ya se salían de ella.
Bueno, ¿Y por qué hay un Papa? Probablemente nos viene a la cabeza que el Señor dijo a Pedro: "Tú eres Pedro y sobre esta Piedra edificaré mi Iglesia". Está bien, eso es cierto. Pero podemos ir más allá y preguntarnos: ¿Para qué quiso El Señor que hubiera un Papa?
Y la respuesta, como tantas veces, la encuentro en el Catecismo de la Iglesia Católica. Mi gran aliado. Tengan la certeza de que con el Catecismo en una mano y la Sagrada Escritura en la otra, no perderemos el camino. Estas son dos armas importantísimas en este tiempo, y quizás particularmente durante esta cuaresma.
Bien, la respuesta al tema de para qué existe un Papa, hay que explicarla bien, por partes. Por eso, Dios mediante, iré publicando otras explicaciones más adelante. Lo primero que hay que decir es que la existencia del Papa tiene que ver con la existencia misma de la Iglesia. El Papa existe para que la Iglesia pueda realizar su función, su misión, en el mundo. Y la Iglesia existe fundamentalmente para que el Evangelio pueda ser anunciado.
Anunciar el Evangelio significa decir a todos los seres humanos, a mis amigos y a mis enemigos, a los creyentes y a los no creyentes, a todos, que Dios los ama.
Evangelizar es decir que el amor existe y que ese amor es para nosotros. Que hay un Dios que ha dado a su hijo, ¡¡el cual es Dios también!!, para que nosotros podamos ser felices. Porque está claro que hoy más que nunca el mundo entero sabe de todo, menos de cómo ser verdaderamente felices.
Entonces partimos de la idea de que la Iglesia es, digamos así, el sitio donde todos podemos, una y otra vez, encontrar que nuestra vida tiene sentido a pesar de tantos fallos nuestros, porque Dios nos sigue amando con amor eterno. Y quiero también insistir en que la Iglesia está para un anuncio.
Anunciar no es obligar, ni imponer, ni juzgar, ni dividir. Anunciar es proponer en la libertad un mensaje que viene de Dios mismo. Esto último de anunciar es importante, y aquí hago una pequeña digresión, porque para el creyente no ha de importar si le escuchan o no, si lo desprecian o lo aclaman, importa solo el anunciar. De lo demás se encarga Dios.
Bien, dicho esto, hay que agregar otro principio impresionante respecto del modo de anunciar el Evangelio, del cual brotan muchas otras consecuencias: nadie, ninguna persona, puede anunciarse a sí mismo el Evangelio. Nadie puede conferirse a sí mismo la gracia. Dice San Pablo, en efecto: "¿Cómo creerán en aquél a quien no han oído? ¿cómo oirán sin que se les predique? y ¿cómo predicarán si no son enviados?" Es decir, Dios mismo quiso que unos dependiéramos de otros desde el inicio. De hecho Jesús no vino por su cuenta al mundo, vino enviado por otro, por el Padre. Y Jesús envió a sus apóstoles y a sus discípulos a anunciar el Evangelio. Los apóstoles y los discípulos, entonces, no van por cuenta propia tampoco, van enviados por Jesucristo. Y así nosotros, no anunciamos una buena noticia porque queremos compartir algo que nos parece bonito. No. El motivo verdadero es porque nos han hecho ese gran encargo.
Jesucristo continúa también hoy enviando a sus discípulos a anunciar. Ese envío supone ministros de la gracia, autorizados y habilitados por parte de Cristo para enviar. Ministros que lo "representen" y en su nombre envíen a otros para perpetuar el Anuncio a lo largo de toda la historia. Esos que lo representan son fundamentalmente los obispos, los presbíteros y los diáconos. Aquí ya vamos viendo algunas cosas muy bellas: "representar" significa continuar una presencia, la de Cristo en el mundo. ¿Qué misión más alta puede caber a un ser humano? De entre los obispos el Papa, obispo de Roma, juega un papel fundamental. Eso lo seguiré explicando en la próxima publicación. Por ahora quería sentar las bases y recordarles (y recordarme a mí mismo en primer lugar), para qué está la Iglesia, ya que es en ella donde el Papa juega un papel irremplazable.



 

 
 
 


